lunes, 10 de septiembre de 2012

En el nombre del cerdo


No es mi intención hacer críticas especializadas de libros porque creo que no estoy capacitado para ello, pero de vez en cuando me voy a lanzar a comentar los libros que voy leyendo (que poco a poco ya van siendo unos cuantos).

El libro tiene dos personajes principales. Por un lado está el comisario Pujol, que es el clásico comisario apunto de jubilarse. Es un hombre chapado a la antigua que, con la jubilación a la vista, está intentando renovarse: investiga nuevas formas de vestir, música moderna, se compra un coche nuevo (un Audi A3), intenta cambiar sus hábitos poco a poco para ser un hombre nuevo más acorde con lo que le gustaría ser (en una de esas le pregunta a su mujer por qué sólo hacen el amor los sábados jaja). De alguna manera, el trabajo le había impedido crecer en ese aspecto de su vida.

La primera escena del libro es magistral y transcurre mientras el comisario Pujol va con su ayudante, Varela, al lugar de un crimen: han encontrado una mujer asesinada en un matadero. La mujer ha sido muerta de la misma manera que se mata a los cerdos y tiene un papelito en la boca que reza: "En el nombre del cerdo". Si queréis echar un ojo a la primera escena, aquí la tenéis (la publicó un periódico). ¡Vale la pena leerla! Te echas unas buenas risas.

El otro personaje principal es T. Realmente se llama Tomás, pero todo el mundo le llama T. Es otro policía un tanto raro que se pone violento a veces.

No voy a destripar el libro (casi). El caso es que no me ha gustado demasiado en el sentido en que no me ha llenado y no pasa casi nada. Casi podría decirse que el misterio no queda resuelto del todo... pero hay una escena que me conmovió.

SPOILER - El comisario recién jubilado, le prepara una velada especial a su mujer con cena carísima a la luz de las estrellas y baño nocturno desnudos en la playa como colofón a su cambio de vida. El buen hombre guarda escondido un anillo para pedirle a su mujer que comparta esta nueva vida con él. Y dice así:

"Él mismo, poco acostumbrado a la ingesta de alcohol, se siente ya lo bastante audaz para decir lo que tiene que decir; saca el pequeño estuche que guarda en el bolsillo de la americana y lo desliza sobre la mesa hasta ponerlo al alcance de su mujer. Ella, aunque segura ya de que esta cena extraordinaria es la réplica en su honor de la que la semana pasada ha recibido su marido, no espera algo así en absoluto, de modo que esta vez su sorpresa está desprovista de condescendencia. Abre el estuche y, muy seria, alterna varias veces la mirada entre el brillante que refulge engarzado en el anillo y la cara de su marido.

- Es un anillo de pedida - dice el comisario, haciendo un esfuerzo para no obviar ni una sola de las palabras que quiere pronunciar - . Lo que quiero pedirte con él es que sigas siendo mi mujer en esta nueva vida que empezamos. Has sido extraordinariamente generosa desde el día en que lo dejaste todo para seguir allá adonde fuera a un policía recién salido de la academia. Durante todos estos años, mientras yo me entregaba a mi trabajo, tú me has dado un hogar, me has hecho sentir querido y confortado, has sido mi sostén y mi alegría, y espero que no sea demasiado tarde para empezar a devolverte un poco de todo lo que he recibido. Sólo puedo decirte en mi favor que, si hoy me aceptas por segunda vez, voy a dedicar lo que me quede de vida a procurar tu felicidad en exclusiva.

Ella, atónita ante semejante declaración, deja rodar dos lágrimas:
- Mi felicidad es haber llegado hasta aquí contigo - dice, y se levanta para acercarse a la silla de él, tomarle la cara con las dos manos y besarle los labios - . La respuesta es sí: quiero - saca el anillo del estuche y se lo entrega a él para que se lo ponga. El comisario se levanta también de la silla para hacerlo. Con un punto de solemnidad, desliza la sortija en el anular que ella ofrece y después no tienen más remedio que abrazarse para ocultarse los rostros el uno del otro. Permanecen así unos segundos, tratando de recuperar la compostura antes de separarse con dos, tres, cuatro besos breves y mostrarse de nuevo frente a frente sentados a la mesa. "Hay que brindar por esto", dice el comisario, cuando se ha pasado ya la servilleta por la cara."

Total, que Pablo Tusset se luce con algunas cosas en este libro, pero con otras se queda algo corto para mi gusto...

Abrazos.
http://quaoar.bandcamp.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario